En el marco de la celebración del «Día Mundial de la lucha contra el VIH/Sida» , el Diario de Hoy publicó esta historia:
Ilustración del VIH en El Salvador
» Un salvadoreño se infectó en 1986 en Estados Unidos, un año antes de la primera terapia. Hoy, el VIH/Sida es una enfermedad crónica
Alejandra Dimas/J.R.
Gia Marie Carangi, considerada la primera top model de los Estados Unidos, moría el 18 de noviembre de 1986 a causa de una neumonía, agravada por el Sida. Era, también, la primera mujer famosa que fallecía por el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), causante del Sida. Un año antes, la muerte del actor Rock Hudson conmocionaba Estados Unidos al hacerse público su enfermedad. El virus del VIH, el causante de ese ataque al sistema inmunológico, había sido descubierto en 1984.
Poco antes de morir Carangi, a Pedro, entonces un joven de 20 años, su doctor le confirmó que era portador de ese mismo virus. Salvadoreño, con visa de estudiante en los Estados Unidos, había escogido la costa oeste de ese país para crecer en el ámbito social e intelectual.
A mediados de los 80, la enfermedad era una gran desconocida para el gran público, un caldo de cultivo para todo tipo de estigmas, algunos de los cuales persisten en la actualidad. Cuando Pedro, su nombre es otro pero se omite por razones obvias, llegó a la consulta en marzo de 1987 lo hizo por una inflamación en los ganglios. Días después, el examen de sangre confirmaría su sospecha. No sabe cómo se infectó o, quizás, prefiere ocultarlo. Cuenta que antes de su diagnóstico, algunos amigos suyos habían muerto por esta infección; cuenta también que otros más seguirían ese camino después.
«Lo único que pensaba era que yo era el próximo. Dejé la universidad, pero no se lo comenté a nadie más que a mi familia para evitar el rechazo. Al principio no me tomaba el tratamiento como era, pero desde que lo supe, tomé conciencia sobre la importancia de no infectar a nadie más», explica hoy este hombre de 42 años cumplidos.
Si Pedro está hoy con vida es por la aparición de la primera terapia contra el Sida, los AZT, en 1987, un año después de su diagnóstico. Eso era en Estados Unidos; El Salvador, por ejemplo, ese tipo de medicinas están disponibles hace apenas ocho años.
Probablemente, Pedro, con 22 años de ser seropositivo, es el caso clínico más antiguo en el país. Hay que recordar que el primero detectado en El Salvador data de 1985. Era un joven, homosexual, de 33 años, ingresado en el Hospital Rosales y había llegado de los Estados Unidos.
Los primeros años como VIH positivo los vivió «pensado en ser el siguiente en morir». Las primeras terapias eran una bendición, pero llegar a tomar 32 comprimidos cada día se convirtió también en una pesadilla. «Dejaba de tomar medicamentos, creaba resistencia y después me responsabilicé un poco porque en una ocasión llegué a tener sólo seis células», explica acentuando la condición con un arqueo en las cejas.
¿Sólo seis células? Pedro se refiere al conteo de las CD4, linfocitos blancos, claves en el sistema inmunológico. El virus del Sida ataca precisamente al aparato protector de la persona, a este tipo de células, a tal punto que su número es un indicativo de la salud de la persona. El organismo recae considerablemente cuando las células están por debajo de 300 por milímetro cúbico de sangre.
En noviembre de 1997 recayó con meningitis criptocócica, una inflamación de las membranas que recubren el cerebro y la médula espinal, común en personas inmunocomprometidas como los pacientes con Sida, linfoma y diabetes. Sobrevivió pese a los malos pronósticos y dejó el hospital de Miami 11 días después de su ingreso.
La delgadez de este hombre se acentúa aún más por la lipodistrofia, es decir, la ausencia general de tejido adiposo o grasa, uno de tantos efectos secundarios por los tratamientos de la infección. Es consciente de que su enfermedad es crónica, viral y no moral, pero teme ser de los pocos que lo comprenden así.
Cuando se le pregunta por qué accede a contar su historia tanto tiempo después, medita un poco antes de responder que es un ejemplo para aquellos que piensan que la vida termina con su diagnóstico. «Es un llamado a los jóvenes porque la vida con el virus no es fácil, pero se sigue adelante. No siempre me siento bien. Es común deprimirse, pero hay que seguir», dice en forma de consejo.
Un consejo que a veces comenta personalmente con los hombres y mujeres con quienes se sienta unos minutos mientras espera pasar consulta en el Seguro Social, donde recibe tratamiento hace unos cuatro años. «Llevan unos meses o años y creen que es el final, entonces les hago ver mi historia», acota Pedro.
El director del Programa de VIH/Sida del Ministerio de Salud, Luis Guillermo Galván, reconoce que la sobrevida es alta si se tiene acceso ininterrumpido al tratamiento. «Cuando una persona lo toma y lo cumple, puede vivir indefinidamente. Nosotros porque tenemos terapia antirretroviral desde 2001 y por eso no vamos a tener personas con más de ocho años en tratamiento. Su caso es distinto porque comenzó en Estados Unidos y luego vino acá. En Europa hay gente con 20 años en tratamiento», apunta el especialista.
En el Seguro Social, el atraso en la entrega de nuevos medicamentos, con menos efectos secundarios, le ha ocasionado evidentes complicaciones de salud. Una de ellas terminó en un infarto cerebral del que salió bien parado. Otras, más propias de estos pacientes y con las que lucha a diario son el elevado nivel de triglicéridos y colesterol.
Hoy se celebra el Día Mundial Mundial de la Lucha contra el Sida y testimonios como el de Pedro confirman que el Sida es una enfermedad crónica con «manejables» daños secundarios, pero con unos estigmas difíciles de erradicar.